quarta-feira, 9 de junho de 2010

| LA ESENCIA DE LAS COSAS

La teología es una de las empresas humanas, designadas tradicionalmente como «ciencias», que trata de percibir un determinado objeto o ámbito de objetos siguiendo el camino mostrado por él mismo en cuanto fenómeno, y que procura entenderlo en su sentido, a la vez que expresa el alcance de su existencia. Parece que el término «teología» quiere decirnos que en ella se trata de una ciencia especial (¡especialísimal), de una ciencia que quiere aprehender a «Dios», entenderlo y expresarlo.

Pero, puesto que bajo el término «Dios» pueden darse a entender muchas cosas, son también muchas las clases de teologías existentes. No hay ningún ser humano que, consciente o inconscientemente (o también de manera semiconsciente), no tenga a su Dios o a sus dioses como el objeto de su supremo anhelo y de su confianza, como la razón de sus más profundas vinculaciones y obligaciones, y que en este aspecto no sea también un teólogo. Y no hay ninguna religión, ninguna filosofia, ninguna cosmovisión que no se haya vuelto con alguna profundidad o superficialidad hacia una divinidad, interpretada y descrita de tal o cual manera, y que en este sentido no sea también teología.

Esto no sólo ocurre cuando a esa divinidad se la considera positivamente como la suma de la verdad y del poder de algún principio supremo, sino también cuando se pretende negarla; esta negación, en la práctica, consistirá simplemente en menoscabar su dignidad y su función reduciéndola, por ejemplo, a la «naturaleza», a una pulsión vital inconsciente y sin forma determinada, al progreso o al hombre que piensa y actúa con sentido progresista, o también a una nada redentora, en la que el hombre habrá de integrarse porque tal es su destino. Por nuestra parte afirmaremos que son también teologías esas ideologías manifiestamente «ateas».
------- In, Karl Barth, Introducción a la Teología Evangélica, Salamanca, 2006, p.21-22

Imagen: Yuri Gagarin, en la primera viaje en órbita de la tierra.

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