- ANOTHER KIND OF LOVE
Estive alguns dias no Brasil, mas não consegui deixar esse hábito de menino que é passar um pouco dos meus dias a ler e a escrever. Na viagem descobri três livros extraordinários, um deles «O Finado Matias Pascal» de Luigi Pirandello – o Brasil tem esse hábito maravilhoso de traduzir as grandes obras e que leitores como eu agradecem.
O livro, que não era meu e pelo qual me apaixonei ao me consumir algumas horas, ficou no local onde o encontrei. Arranjei uma edição espanhola, que, agora, releio com igual prazer; o mesmo livro, em regra, não tem o mesmo sabor em língua diferente do que o lemos da primeira vez – mas este não.
Podemos ficar mais pobres numas ou noutras coisas, mas a verdade é que temos sempre a oportunidade de enriquecermos a alma. Partilho uma passagem deste livro maravilhoso.
«La primera vez que hubo de ocurrirme encontrarme con un libro en las manos, cogido a la ventura, sin advertirlo, de uno de los estantes, entróme por el cuerpo un calofrío de horror. ¿Iría a sucederme lo que a Romitelli? ¿Me iría a creer obligado, por el solo hecho de ser bibliotecario, a leer yo por todos los que no iban a la Biblioteca? Y tiré el libro al suelo. Sólo que luego lo recogí de allí, y ¡ah! , señores, me puse a leer yo también, y también con sólo un ojo, ya que el otro no me servía para maldita la cosa.
De esa suerte leí de todo un poco, a la buena de Dios; pero, por lo general, libros de Filosofía. ¡Cuidado que pesan! Y sin embargo, quien se sustenta de ellos y en el cuerpo se los mete vive entre las nubes. A mí me echaron a perder el cerebro, que ya de mío teníalo desquiciado. Cuando se me calentaban los sesos cerraba la Biblioteca y por un repuesto caminito dirigíame a cierta parte desierta de la playa.
La vista del mar sumíame en un atónito asombro, que poco a poco iba degenerando en intolerable opresión. Me sentaba en la playa y hacía por no verlo, agachando la cabeza; pero no podía evitar oír su fragor a lo largo de la orilla, mientras lenta, lentamente, dejaba escurrir por entre mis dedos la arena densa y grave, murmurando:
— Así, siempre así; hasta la muerte; sin mudanza alguna jamás.
La inmutabilidad de la condición de aquella existencia mía sugeríame pensamientos súbitos, extraños, cuasi relámpagos de locura. Poníame en pie de un brinco como para sacudírmelos y empezaba a dar valsones a lo largo de la orilla; pero al ver entonces al mar enviar sin descanso a la playa sus mustias y soñolientas olas y al contemplar tanta arena allí abandonada, gritaba com furia, crispando los puños:
— Pero ¿por qué? ¿Por qué ha de ser esto?
Y me chapuzaba los pies. El mar alargaba por ventura un poco más sus leadas como para avisarme.» in Pirandello, El difunto Matías Pascal
O livro, que não era meu e pelo qual me apaixonei ao me consumir algumas horas, ficou no local onde o encontrei. Arranjei uma edição espanhola, que, agora, releio com igual prazer; o mesmo livro, em regra, não tem o mesmo sabor em língua diferente do que o lemos da primeira vez – mas este não.
Podemos ficar mais pobres numas ou noutras coisas, mas a verdade é que temos sempre a oportunidade de enriquecermos a alma. Partilho uma passagem deste livro maravilhoso.
«La primera vez que hubo de ocurrirme encontrarme con un libro en las manos, cogido a la ventura, sin advertirlo, de uno de los estantes, entróme por el cuerpo un calofrío de horror. ¿Iría a sucederme lo que a Romitelli? ¿Me iría a creer obligado, por el solo hecho de ser bibliotecario, a leer yo por todos los que no iban a la Biblioteca? Y tiré el libro al suelo. Sólo que luego lo recogí de allí, y ¡ah! , señores, me puse a leer yo también, y también con sólo un ojo, ya que el otro no me servía para maldita la cosa.
De esa suerte leí de todo un poco, a la buena de Dios; pero, por lo general, libros de Filosofía. ¡Cuidado que pesan! Y sin embargo, quien se sustenta de ellos y en el cuerpo se los mete vive entre las nubes. A mí me echaron a perder el cerebro, que ya de mío teníalo desquiciado. Cuando se me calentaban los sesos cerraba la Biblioteca y por un repuesto caminito dirigíame a cierta parte desierta de la playa.
La vista del mar sumíame en un atónito asombro, que poco a poco iba degenerando en intolerable opresión. Me sentaba en la playa y hacía por no verlo, agachando la cabeza; pero no podía evitar oír su fragor a lo largo de la orilla, mientras lenta, lentamente, dejaba escurrir por entre mis dedos la arena densa y grave, murmurando:
— Así, siempre así; hasta la muerte; sin mudanza alguna jamás.
La inmutabilidad de la condición de aquella existencia mía sugeríame pensamientos súbitos, extraños, cuasi relámpagos de locura. Poníame en pie de un brinco como para sacudírmelos y empezaba a dar valsones a lo largo de la orilla; pero al ver entonces al mar enviar sin descanso a la playa sus mustias y soñolientas olas y al contemplar tanta arena allí abandonada, gritaba com furia, crispando los puños:
— Pero ¿por qué? ¿Por qué ha de ser esto?
Y me chapuzaba los pies. El mar alargaba por ventura un poco más sus leadas como para avisarme.» in Pirandello, El difunto Matías Pascal
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